A LA AMADA AUSENTE
martes, 3 de julio de 2012
VI
Ahora penetro en esa hornacina
donde el alma desprendida
haya laxitud y atemporalidad.
Es el instante posterior
al tajo súbito que desmiembra,
y el anterior a comprender
que los ojos, desde el piso,
están mirando los pies propios.
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