martes, 3 de julio de 2012

G

Sombras alargadas. Baldosas desaparecidas bajo el cieno. La urbe maloliente no me suelta. Recorro sus laberintos en silencio. No se interrumpe la lluvia metódica. El aroma de churros con canela me resulta ironía fatídica. ¿Soy yo evocando placeres de ayer como recurso insistente para sobrevivir el día a día? O... la ciudad no es sino mi celda de manicomio.