martes, 3 de julio de 2012

E

Todo esto es una película en blanco y negro. La orilla de un lago, bordeado de coníferas. Vemos retratado -con la irregularidad de las cámaras de Lumiere- el oleaje ligero. Como de súbito, una mujer esbelta de ojos enigmáticos y vestida de blanco (gris en la textura de viejo filme), aparece en el rectángulo superior izquierdo. Tres segundos más tarde, ella está casi al centro y mucho más cerca. Es cine mudo, veo sus labios moverse pero no la escucho. Con el viento, las hebras de su cabello ondulan. Oleaje en su cabeza, oleaje en el lago.Es cine mudo pero sé que ha dicho que bebamos el café turco que siempre le comparto. Cinco segundos más y ella es apenas visible en el punto de fuga de la superficie argéntea. Arañazos. Relámpagos blancos. Se ha acabado la vista. Es hora de salir del cinematógrafo, tornar a casa y escuchar los pasos menuditos en el pasillo del baño. Y mirar una sombra que enjuaga una taza en la cocina. La almohada aún huele a sus pensamientos... No debo olvidarme los cigarrillos. Joder, casi se me sube una cucaracha enorme salida de la alcantarilla.